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JOSÉ RIZAL

le formaban dos divinos hoyuelos en las mejillas.

Tía Isabel atribuía aquellas facciones semieuropeas á antojos de doña Pfa.

La niña, ídolo de todos, creció entre sonrisas halagos. Los mismos frailes la festejaban cuando acudía á las procesiones vestida de blanco, con la abundante cabellera adornada de sampagas[1] y azucenas, dos alitas de plata y oro pegadas á la espalda, y dos palomas blancas en la mano, atadas con cintas azules. Era tan alegre, tenía una charla tan cándidamente infantil, que Capitán Tiago, loco de cariño, no hacía más que bendecir á los santos de Obando.

En los países meridionales, la niña á los trece ó catorce años se hace mujer, como el capullo de la noche se con vierte en espléndida flor á la mañana siguiente. En ese período de transición lleno de misterios y peligros, entró la joven por consejo del cura de Binondo en el beaterio de Santa Catalina, para recibir de las monjas una educación adecuada á su posición social. Allí, en aquel con vento, vivió siete años.

Cada uno, con sus miras particulares, y comprendiendo la mutua inclinación de los jóvenes, don Rafael y Capitán Tiago concertaron la unión de sus hijos. Este acontecimiento, que tuvo lugar algunos años después de la partida del joven Ibarra, fué celebrado con igual júbilo por dos corazones, cada uno en un extremo del mundo y en muy diferentes circunstancias.


  1. Flor blanca semejante al jazmín.