VI
Idilio en una azotea
—Yo creo, Maríe, que el médico tiene razóndijo Capitán Tiago.-Debes ir al campo. Estás muy pálida, necesitas buenos aires. ¿Quieres ir á Malabón ó á San Diego? A este último nombre Maria Clara se puso roja como una amapola y no pudo contestar.
—Ahora iréis Isabel y tú al beaterio para sacar tus ropas y despedirte de tus amigas-continuó Capitán Tiago;-ya no volverás á entrar en él.
María Clara sintió esa vaga melancolía que se apodera del alma cuando se deja para siempre un lugar en donde fuimos felices; pero otro pensamiento más dulce amortiguó este dolor.
—Y dentro de cuatro ó cinco días nos iremos á Malabón. Tu confesor ya no está en San Diego; le ha sustituído aquel cura joven que viste aquí anoche.
—¡Le prueba San Diego mejor, primo!-obser vó la tía Isabel.-Además, la casa que tenemos allí es más grande y se acerca la fiesta.
La joven quiso dar un abrazo á su tía, pero oyó pararse un coche á la puerta y se puso pálida.
—Es verdad!-contestó el exgobernadorcillo; y asomándose á la ventana exclamó:-¡Don Crisóstomo!