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Página:Noli me tángere (José Rizal).pdf/46

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JOSÉ RIZAL

de sus pasadas generaciones, creía verte en la bruma que se levanta del fondo del valle. A veces me perdía en los senderos de las montañas, y la noche, que allí desciende poco á poco, me sorprendía aún, buscando mi camino entre pinos, hayas y encinas; entonces, si algunos rayos de luna se desliza ban entre el espeso ramaje, me parecía que eran la vestidura vaporosa de una mujer que ee parecía á ti, y si acaso el ruiseñor dejaba oir sus variados trinos, ereía que era porque te veía y tú le inspirabas. ¡Locuras de enamorados que sólo pueden comprender los que adoran á una mujer como yo te adoro!...

—También yo-contestó ella sonriendo, llena de felicidad al escuchar las románticas y apasionadas frases de su novio,-desde que te dije adiós entré en el beaterio, me he acordado siempre de ti, por más que me mandase lo contrario el confesor, imponiéndome muchas penitencias. Me acordaba de nuestros juegos y de nuestras riñas cuando éramos niños. ¿Te acuerdas de aquella vez cuando te enfadaste de veras? Entonces me hiciste sufrir, pero después, cuando me acordaba de ello en el beaterio, sonreía, te echaba de menos para reñir otra vez y hacer las paces en seguida. Eramos aún —niños: fuimos con tu madre á bañarnos en un arroyo á la sombra de los caña verales. En las orillas crecían muchas flores y plantas, cuyos extraños nombres me decías en castellano. Yo no te hacía caso; me entretenía en ir detrás de las mariposas y libélulas, que se perseguían unas á otras entre las flores; á veces quería coger los pececillos, que se deslizan rápidos entre el musgo y las piedrecitas de la orilla del arroyo. De pronto desapareciete, y cuando volviste traías una corona de hojas y fiores de naranjo que colocaste sobre mi cabeza lamán-