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NOLI ME TÁNGERE

como en el verdadero Gólgota, se ven en confuso montón calaveras y huesos, que el indiferente sepulturero arroja de las fosas que va vaciando. Allf esperan, no la resurrección de los muertos, sino la llegada de los animales que acaben de mondarlos.

En el suelo se notan recientes exca vaciones; aquí el terreno está hundido, allí forma pequeña colina. En el santo lugar crecen en toda su lozanía el tarambulo y el pandakaki. La hierba y las trepadoras cubren los rincones y se encaraman por las paredes y nichos, formando espléndidos cortinajes de verdura; á veces penetran por las hendiduras que hicieron temblores y terremotos y ocultan piadosas á las miradas profanas el interior de las tumbas.

Dos hombres cavan una fosa cerca del muro que amenaza desplomarse; uno, que es el sepulturero, arroja con indiferencia vértebras y huesos, como arrojaría un jardinero piedras y ramas secas; el otro está preocupado, fuma y escupe.

—Oye!-dice en tagalo el que fuma.-No sería mejor que cavásemos en otro sitio. Esto está muy reciente.

—Tan recientes son unas fosas como otras.

—No puedo más! Ese hueso que has partido aun sangra. ¡Hum! Y esos cabellos?

—Qué delicado eres!-exclama el otro.-Si hubieses desenterrado como yo un cadáver de veinte días, por la noche, lloviendo y con la linterna apagada!..

El compañero se estremeció.

—Se desclavó el ataúd y salió el muerto echando una peste de mil demonios... Luego lo tuve que cargar á la espalda...

—Kjr! Y ¿por qué lo desenterraste? ¿Por qué? ¿Lo sé yo acaso? ¡Me lo mandaron!