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NOLI ME TÁNGERE

-El padre está enfermo-decía el cocinero mientras preparaba otra taza;-hace días que no come...

En efecto, daba lástima ver al padre Salví. No había querido tocar la segunda taza de chocolate, ni probar los hojaldres de Cebú; paseábase pensativo por la espaciosa sala, arrugando entre sus huesudas manos unas cartas que leía de tiempo en tiempo. Al fin pidió su coche y ordenó que le condujesen al bosque, en cuyas cercanías se celebraba la partida campestre.

Al llegar alif, el padre Salvi despachó su vehículo y se internó solo en el bosque.

Un sombrío sendero franqueaba trabajosamente la espesura y conducía á un arroyo, formado de varias fuentes termales. Adornaban su orilla flores silvestres, sobre las cuales se posaban los dorados insectos, las mariposas de todos tamaños y colores, azul y oro, blancas y negras, y millares de coleópteros de reflejos metálicos. El zumbido de estos insectos, el chirrido de la cigarra que alborota día y noche, el canto del pájaro, ó el ruido seco de la podrida rama, que cae enganchándose en todas partes, turban solamente el silencio de aquel misterioso paraje.

El fraile vagó algún tiempo entre las espesas enredaderas, evitando los espinos, que le agarraban por el hábito de guingón, y las raíces de los árboles que salían del suelo, haciendo tropezar á cada momento al no acostumbrado caminante. Detúvose de pronto; alegres carcajadas y frescas voces llegaron á sus oídos.

—Voy á ver si encuentro un nido-decía una hermosa y dulce voz, bien conocida del cura.-Quisiera verle sin que él me viese; quisiera seguirle á todas partes.