de consuelo...; un fluido magnético nos atraía, y, como la primera vez, nuestros labios llagaron á juntarse... yo experimentaba un placer desconocido; un fuego extraño corría por mis venas, y mis lágrimas cesaron, como si el calor de aquellos besos las hubiera evaporado... el recuerdo de mi padre muerto iba poco á poco borrándose en mi cerebro...
Aquella noche fuí su esposa ante Dios, y ante aquel cadáver querido, en la soledad de nuestra casa abandonada...
A los dos dias, una mañana triste y helada, numerosos amigos llegaron á casa, con el objeto de acompañar los restos de mi padre: entre ellos iban varias personas de mi familia, ron el rostro falsamente mústio, que me dirigieron algunas frias palabras de consuelo; ninguna, sin embargo, llegó á ofrecerme decididamente su ayuda, que yo parecía necesitar tan-