has dicho jamás que serías más dichosa junto á un hombre, cuyo espíritu juvenil se adaptase más al tuyo?...
La niña le miró con sus grandes ojos negros ...; comprendía el por qué de aquellas preguntas; sabía que era su deber contestar á ellas sin ambajes ... Se puso pálida, inmensamente pálida, y suspiró más que dijo un sí, que no tuvo eco en las profundas cavidades de la sierra ...
Don Juan se levantó del banco de madera en que estaba sentado; dió algunos pasos por la enarenada calle del jardín, y en seguida, deteniéndose frente á su esposa, clavó en ella sus miradas, brillantes por las lágrimas que afluian á sus párpados.
- ¿Eres desgraciada? preguntó sin embargo, con acento al parecer firme y sereno. ¿Qué deseas?
- Nada deseo. Pero eres cruel al es-