de nuevo á sus tareas, cuando el recuerdo de lo que habia pasado en la noche anterior vino á causar honda impresión en su cerebro. ¿Era aquello verdad? ¿era sólo una enojosa pesadilla?...
- ¡Eh! son locuras, dijo por fin, sacudiendo la cabeza. Mejor es que prosiga trabajando.
Pero apenas llegó al taller, quedóse mudo de asombro: Allí no estaban sus herramientas, allí no estaba su fogón, ni su mesa de carpintero, ni sus cepillos, ni sus formones. El almacén presentaba un aspecto tristísimo y desolado: las cuatro paredes, blancas, manchadas aquí y alla, silenciosas y tétricas, alineándose hasta el gran portón que daba á la calle, abierto de par en par, como la órbita vacía del ojo de un esqueleto; el suelo terroso, lleno de virutas, de manchas de cola, de clavos mohosos, inservibles; el techo lleno