verde y menudo cesped, agradable á la vista, que parece invitarnos á correr por él, bulle el lodo infecto y mefítico del pantano. ¡Si Vd. se casa, alguno de sus hijos recibirá un castigo aún más grande que el que Vd. sufrió!...
Y ese hijo ahí está... ¿No le véis?
Elisa, postrada en el lecho, lo abraza estrechamente, y yo, desde esta habitación, en donde escribo, veo esa escena para mí espantosa...
No sé cómo acierto á sostener la pluma en mi mano crispada, al sentir cuál se clavan en mi pecho los dientes tercamente obstinados del dolor...
Mañana, cuando mi esposa abandone el lecho; cuando pueda ver á su hijo, con tanto afán esperado; á su hijo, ciego, contrahecho, lleno de pústulas; á su hijo, masa informe de carne, sin proporción alguna, en el que apenas hay un soplo