sin duda, pero éste puso entre su demostrativo ex-compañero de infortunios y él, como muralla insalvable para el proletario, un rico canapé dorado, que logró detenerle.
El hércules aquel bajó la cabeza, alzóla en seguida, y mirando á Juan con expresión de reproche:
- Cómo se conoce, dijo que los tiempos han cambiado, que ahora ya no vas á pedirme una parte de mis miserables comidas para repartirlas entre tu mujer, y tus hijos ... ¡cómo se conoce que ahora eres millonario, y que yo no tengo un pedazo de pan que llevar á la boca!
- ¡Oh! dijo el carpintero con acento de superioridad. ¡Cómo se atreve esta gente á venir á insultarme, á mentir ante mí tan descaradamente! Buen hombre, yo no te debo servicio alguno, yo no te he visto en mi vida ... ¡Vete al diablo!