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El gnomo.

falte un rayo de sol que ilumine tu alegría. Vive oscura, vive ignorada, que cuando tu espíritu se desate yo lo subiré á las regiones de la luz en una nube roja.



Callaron el viento y el agua, y apareció el gnomo.

El gnomo era como un hombrecillo trasparente: una especie de enano de luz, semejante á un fuego fátuo, que se reía á carcajadas, sin ruido, y saltaba de peña en peña, y mareaba con su vertiginosa movilidad. Unas veces se sumergía en el agua y continuaba brillando en el fondo como una joya de piedras de mil colores; otras salía á la superficie y agitaba los pies y las manos, y sacudía la cabeza á un lado y á otro con una rapidez que tocaba en prodigio.

Marta vió el gnomo y le estuvo siguiendo con la vista extraviada en todas sus extravagantes evoluciones; y cuando el diabólico espíritu se lanzó al fin por entre las escabrosidades del Moncayo, como una llama que corre, agitando su cabellera de chispas, sintió una especie de atracción irresistible y siguió tras él con una carrera frenética.

¡Magdalena! decía en tanto el aire, que se aleja-