— ¿Quien sois y qué hacéis aquí? preguntó Teobaldo al monge.
— Yo soy, contestó éste, un humilde servidor de Dios, religioso del monasterio de Montagut.
— Pero... interrumpió el barón, Montagut ¿no es un señorío?
— Lo fué, prosiguió el monge... hace mucho tiempo... A su último señor, según cuentan, se le llevó el diablo; y como no tenía á nadie que le sucediese en el feudo, los condes soberanos hicieron donación de estas tierras á los religiosos de nuestra regla, que están aquí desde habrá cosa de ciento á ciento veinte años. Y vos ¿quién sois?
— Yo... balbuceó el barón de Fortcastell, después de un largo rato de silencio; yo soy... un miserable pecador, que arrepentido de sus faltas, viene á confesarlas á vuestro abad, y á pedirle que le admita en el seno de su religión.