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Gustavo A. Becquer.

— ¡Oh! ¿Quién así, pensaba,
Dejar pudiera deslizarse el tiempo?
¡Oh, si las flores duermen,
Qué dulcísimo sueño!

XIX.

Cuando sobre el pecho inclinas
La melancólica frente,
Una azucena tronchada
Me pareces.

Porque al darte la pureza
De que es símbolo celeste.
Como á ella, te hizo Dios
De oro y nieve.

XX.

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
Quema invisible atmósfera abrasada,
Que el alma que hablar puede con los ojos,
También puede besar con la mirada.