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MORALISTAS GRIEGOS.

ni otro afecto alguno desordenado, por el cual te sea preciso avergonzarte al decir claramente que aquello era lo que en la mente tenías. Porque un hombre de esta clase, debiendo sin más pruebas ser reputado por un varón perfecto, viene á ser como un sacerdote y ministro de los dioses que se sirve, como es razón, de aquel numen que tiene en su pecho consagrado. Esto mismo hace en un hombre tal, que no se contamine con los deleites; que sea invencible en todo trabajo, exento de toda especie de injuria, ni le haga impresión alguna la maldad ajena; que sea un atleta glorioso en el más bello certamen[1], nunca vencido ni arrastrado de pasión alguna, empapado en la justicia y virtud, abrazando con toda el alma cuanto acontece y dispensan los hados, entretenido rara vez, y nunca sin grande necesidad y utilidad pública, en pensar lo que otros dicen, hacen ó maquinan; únicamente para sus mientes en perfeccionar sus acciones y está atento continuamente á la parte que le cabe en el repartimiento de los hados consiguientes en el universo, y así en lo uno cumple con su deber y en lo otro se persuade que las disposiciones son santas, puesto que la suerte que á cada uno en particular se le ha destinado, sobre cuadrarle[2] muy bien, al mismo tiempo se ve serle muy útil. El mismo tiene bien presente, que[1] El aprecio que la antigüedad hacia de los atletas, dió motivo á esta metáfora tan frecuente para significar al que con mucho ahinco se ejercitaba en alguna dificil empresa, que por lo mismo se llamó certamen ó contienda.

[2] Atendiendo á la doctrina estoica, no puede dudarse que la presente es la flor de toda ella, por lo que mira al hado ordenador, promotor y ejecutor de los, movimientos del ánimo.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1