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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

en tal conformidad como quien tiene presente la mutua relación que unas y otras cosas tienen entre si; por lo que ningún oficio podrás hacer debidamente para con los hombres sin el tal respeto á las cosas divinas, ni tampoco al contrario.

No te extravíes más, supuesto que no has de tener tiempo para acabar de leer tus comentarios, ni las proezas de los antiguos romanos y griegos, ni los apuntamientos que entresacas de los libros y reservas para el tiempo de tu vejez[1]. Date, pues, prisa en llegar al fin, y dejadas las vanas esperanzas, si tienes cuenta contigo mismo, procura mirar por tu bien.

Porque esto aun pueden hacerlo los que no saben cuántos significados tienen los verbos. de robar, de sembrar, de comprar, de descansar, de ver lo que se debe hacer; lo cual no se ve con los ojos corporales, sino con otra cierta vista interior.

Tenemos cuerpo, alma y espíritu: del cuerpo son los sentidos, del alma los apetitos, del espíritu los dogmas. Ello es así, que el formar la fantasía las ideas de los objetos, es cosa común á los brutos; el ser impetuosamente agitado, como lo es un títere, conviene también á las fieras, á los hombres afeminados, á un Falaris y un Nerón, á aquellos que no creen en los dioses, á los enemigos y traidores á su patria, á aquellos, finalmente, que de nada tienen empacho después que cerraron la puerta. Ahora, pues, si todas las otras cosas son comunes á estos de[1] Es un trastorno aprender uno toda la vida lo que nunca ó sólo sirve á la vejez. Catón dijo bien de los discipulos de Isócrates, que empleaban todo el tiempo en estudiar · su Retőrica.


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