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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

ritu[1], y sobre todo, que no te distraigas ni tomes sobrado empeño por cosa alguna; antes bien, muéstrate superior á todas ellas, y míralas como varón fuerte, como hombre grave, como buen ciudadano, como quien vive para morir. Pero con especialidad, entre las otras máximas de que muy á menudo sueles echar mano, debes tener á punto estas dos: la una, que las mismas cosas no llegando al alma, sino quedándose inmobles á la parte de afuera, todas tus inquietudes provienen sólo del modo que interiormente tienes de opinar[2]; la otra, que todas estas cosas que ves, no bien habrás vuelto los ojos cuando se habrán ya mudado para no permanecer más. Y tú misıno puedes frecuentemente reflexionar cuántas mutaciones has alcanzado ya en ellas: el mundo es una continua mutación y una imaginación la vida.

Si es verdad que todos los hombres tenemos un mismo principio[3] de entender, también lo es que[1] Los estoicos parece que encerraban su iyeuovixdv no en toda la cabeza. ni en la glándula pineal, sino en todo el corazón. Laërt., lib. vi1.

[2] Nada inás verdadero que todo penda del modo de pensar; por tanto, los misticos y ascéticos inculcan en que la virtud debe fundarse, como en su principio, en la corrección de las ideas y opiniones.

[3] Nadie se imagine que en este lugar se deje ver algún rastro de panteísmo, como si un mismo iyepovtxdv estuviese en todos los hombres, con sola la diferencia de la modificación. M. Aurelio dice que la mente de cada uno proviene de una misma fuente: uno ec fonte omnium nostrum defluunt animæ, según se explica Arnob., lib. 11 Ni pretende que todos en una idea, razón, especie inteligible, la misma en número, veamos las cosas dv to óyw lo que se ha imaginado Malebranche. El error de M. Aurelio está en desmenu-


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  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1