Página:Obras de los moralistas griegos. Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888).pdf/121

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
63
M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

Vemos sobre un mismo altar que arden muchos grumos de incienso, de los cuales los unos caen antes y los otros después, pero cayendo todos al cabo, nada importa el orden[1] con que caen.

No bien habrán pasado diez dias, cuando ya te reputarán por un dios aquellos mismos que ahora te tienen por una bestia[2] y por una mona, si de veras te dieres á seguir y tener por sacrosantas las leyes de la razón.

Tú no cuentes como quien ha de vivir millares de años; tienes ya la muerte encima de tí; mientras tienes vida, mientras te lo permite la ocasión, procura hacerte bueno.

|Cuánto tiempo libre y desocupado logra el que no se cuida de lo que dijo, hizo ó pensó su vecino, sino que sólo tiene cuenta con lo que él mismo hace, para que todo esto sea una cosa justa y santa! ó como dice Agathón, para que no seas de negras costumbres: conviene, pues, que lleves adelante tu camino, sin mirar acá ni allá, y sin desviarte á parte alguna.

El que anda alucinado con la pasión de dejar las esparcidas en los cuerpos, eran la semilla, que daba vida y razón á todos los hombres.

[1] Este arder y caer sucesivamente los granos del incienso, es decirnos con algún disfraz que todos hemos de morir. Horat. Car., lib. 11 Od. 3.

Omnes eodem cogimur: omnium Versatur urna serius ocyus Sors exitura.

[2] No consta si M. Aurelio habla de aquella metainorfosis que Plutarco tan justamente reprende por una jactancia irrisible. 0 si más bien habla de la inconstancia del vulgo.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1