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MORALISTAS GRIEGOS.

Todo se reduce á la breve duración de un día, el que alaba y el que es alabado.

Considera de continuo que todas las cosas se hacen por mutación, y acostúmbrate á pensar que la naturaleza del universo nada apetece tanto como el mudar las cosas existentes y hacer otras nuevas semejantes á las primeras, porque todo esto es en cierto modo la semilla de otro que de él ha de renacer.

Pero tú te imaginas que solas las semillas son las que se echan en la tierra ó en la matriz; imaginación demasiadamente vulgar.

Ya dentro de poco habrás de morir; jy que aun no acabes de ser sincero é imperturbable, libre del error y sospecha de que lo que está fuera de tí pueda dañarte, benévolo para con todos y persuadido que no hay otro saber que el bien obrar! Mira con atención el corazón humano, sus cuidados y aficiones; de qué cosas huyen los hombres y cuáles desean alcanzar.

Tu mal no proviene de otro espíritu que esté fuera de tí, ni consiste en alguna mutación y alteración de ese tu cuerpo que te rodea. De dónde pende, pues? De aquella fuerza[1] aprensiva de los males que en tí mismo tienes; haz, pues, que ella no se imagine ni tenga por mal lo que no es, y todas las cosas te irán bien; y así, por más que éste tu cuerpezuelo, el vecino más allegado á tu alma, sea sajado, quemado, corrompido, podrido, con todo,[1] Marco Aurelio no pretende hacer de un sabio un insensato que no sienta lo que en su cuerpo padece; lo que intenta es que los dolores del cuerpo no obliguen al sabio á opinar en el interior, ni á consentir que las penas y tormentos son un verdadero mal.


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