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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

encadenada por justo motivo y razón fundada. De suerte que, como los entes están en el mundo ordenados con la debida proporción y armonía, del mismo modo los efectos no demuestran una mera sucesión de los unos á los otros, sino una admirable conveniencia entre si mismos.

Acuérdate de tener siempre presente esta sentencia de Heráclito[1]: que la muerte de la tierra es convertirse en agua; la del agua es trasmutarse en aire, la del aire hacerse fuego, y al contrario. Es necesario también acordarte de aquél que se olvidódel camino[2] por dónde debía ir, y cómo los más en nada siguen aquella razón, con quien especialmente conversan con más frecuencia, y con la que la naturaleza todo lo rige y gobierna, á los cuales les parecen extrañas y peregrinas aquellas mismas cosas que cada día ocurren. También conviene conservar en la memoria que no es conducente el decir ni hacer nuestras cosas como quien sueña; porque, á la verdad, entonces, cuando soñamos , nos parece que mucho decimos y hacemos; tampoco te olvides hablan los escolásticos, no rehusamos entrar en la serie, ó sea cadena estoica, puesto que la razón claina nihil fieri sine justa causa ; pero si quiere que las causae lilbres pendan de unaprevia coligación que las sea inevitable, y lleven de antemano una fuerza impresa que las fije y una con el tal efecto, en particular, ahí si que rompemos la cadena fatal, y elegimos antes ser católicos libres que filósofos de tal clase.

[1] Esta sólo los cuerpos mixtos, pero aun los mismos elementos se convertían los unos en los otros.

[2] Parece que alude á algún dicho proverbial, no diferente de aquel de Séneca, epíst. 71: Ignoranti quem portumpetat, nullu8 suus ventus estla común opinión de los antiguos, que, no


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1