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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

vamente á cuántos tú mismo has visto, y observa que uno de ellos, después de haber sepultado á otro, se murió, y fué sepultado por un tercero, y éste por otro, acaeciendo todo en breve tiempo. Por tanto, es conducente que siempre tengas á la vista cómo todas las cosas humanas vienen á ser cosa de un día, y no más; cosas absolutamente viles; siendo así que los que ayer eran un poco de humor asqueroso, serán un cadáver embalsamado ó reducido á cenizasmañana Procura, pues, pasar este punto indivisible de tiempo conformándote con la naturaleza y muriendo consolado, al modo que cuando la aceituna, estando ya madura, de suyo suele caerse, como que bendice á la Naturaleza que la crió, y que da las gracias al árbol que la produjo.

Haz por ser semejante á un promontorio contraquien las olas de la mar se estrellan de continuo y él se mantiene inmóvil, mientras que ellas hinchadas caen y se adormecen alrededor. «Infeliz de mi, dice uno, porque tal cosa me aconteció !» En verdad no tiene razón: diría mejor: «Dichoso yo, que en medio de lo que me sucedió, quedé sin recibir pena alguna; ni me quebranta lo presente, ni me espanta lo venidero; porque una semejante desgracia á todos pudo acontecer; pero no todos sin pena la hubieran podido llevar.» ¿Por qué, pues, la adversidad ha de ser antes una desgracia que la paciencia en tolerarla una ventura? Pero acaso tú absolutamente llamas desgracia del hombre aquello que no es un desvío del intento de la naturaleza del hombre? ¿ó por ventura te parece que aquello es un desvío del intento de la naturaleza del hombre, lo que no es contrario á la voluntad de su misma naturaleza?