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MORALISTAS GRIEGOS.

diré ahora: si uno llegase á formar en su mente la idea, de los que realmente son bienes verdaderos, cual es la prudencia, la templanza, la justicia, la fortaleza, este tal no podría oir, habiendo hecho de antemano el debido concepto de estas virtudes, el que se les juntase cosa alguna, que no se conformase con aquella idea del bien verdadero. Por el contrario, si uno hubiese primero formado la idea de los bienes, que el vulgo reputa por tales, este tal oiría con indiferencia, y fácilmente aprobaría, lo que dijo el Cómico[1] como cosa bien aplicada. De este modo los más de los hombres se imaginan la diferencia de bienes á bienes; porque á no ser asf, el dicho del Cómico no chocaría tanto, ni disonaría aplicado á aquellos bienes; mirándose, como traído con propiedad, y muy al caso respecto de la riqueza y de la abundancia de cosas conducentes al deleite y á la pompa. Anda, pues, y pregunta si deberán ser dignas de aprecio y contadas entre los bienes verdaderos aquellas cosas, á las cuales, de antemano concebidas en la mente, se les pueda propiamente aplicar: que poseyendo tantas con opulencia, no tiene en donde colocarlas, no verificándose esto, haciendo relación á las virtudes mencionadas.

Yo he sido compuesto de materia y forma; pero ninguno de estos dos principios se aniquilará, como ni tampoco han venido de la nada. Cualquiera, pues, de estas mis partes pasará mediante la mutación á ser alguna parte del mundo; y esta pasará segunda vez á ser otra parte del universo, continuándose des- [1] Gatakero sospecha que este Cómico fuese Aristófs nes, el cual trae otro caso muy semejante.


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