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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

necesidad, fuera de lo debido y justo, porque así te sentirás más esforzado para conservar la buena armonía en tus acciones, recuperándola frecuentemente.

Si á un mismo tiempo tuvieses madrastra y madre, procurarías obsequiar á aquélla, y, sin embargo, hacer continuas visitas á tu madre; imaginate, pues, ahora que éstas son para tí la corte y la filosofía: vuelve muchas veces á ésta, y con ella descansa, con cuya asistencia te parecerán soportables los negocios ocurrentes en la corte, y los hombres te podrán tolerar á tí.

Al modo que conviene sobre las viandas y otros comestibles semejantes hacer la reflexión, que este es el cadáver de un pez, esotro el cadáver de un ave ó de un lechón; y también advertir que el falerno es el zumo de la uva; que la púrpura es el pelo de la oveja, mojado en la sangre de la concha; y por lo respectivo á la generación considerar, que ella no es otro que un mero contacto y cierta excreción de humor, junta con una especie de convulsión (siendo realmente estas consideraciones muy eficaces, paraque penetrando lo más interior de las mismas cosas, y apartándolas el velo, se vea con mayor claridad, lo que son al fin): de esta suerte también importa mucho el que se haga la reflexión sobre todo lo ocurrente en el discurso de la vida; y cuando las cosas se nos presentan demasiadamente autorizadas, y acreedoras á nuestro aprecio, convendrá despojarlas y ver á las claras su vileza, poniendo á un lado la relación de elogios con que aparentan su fingida gravedad: porque el fausto es un fuerte impostor, y entónces nos encanta más, cuando especialmente deli-