menos habrán decretado en general cerca de las cosas del mundo, con las cuales también tienen enlace mis cosas particulares que debo abrazar con gusto y darme por contento con ellas. Y dado que los dioses de nada[1] tuviesen providencia (que es una impiedad creerlo), entónces de ningún modo sacrificariamos, oraríamos, juraríamos, ni haríamos otras cosas que en particular hacemos, como para con unos dioses entre nosotros existentes y que viven compañía. Mas si los dioses[2] no deliberasen sobre ninguna de nuestras cosas; sin embargo, me sería lícito mirar por mí, estando en mi mano la inspección de lo que es conducente y cierto que á cada unoconviene, lo que dice bien con su condición y naturaleza. Por último, mi naturaleza es racional y sociable: mi patria y ciudad en cuanto Antonino es Roma, pero en cuanto hombre es el mundo: y así lo que estas ciudades Roma y Mundo fuere útil, esto será mi único biennuestra á Cuanto sucede á cada individuo, todo conduce al universo y esto debería bastar: pero aun hay otra[1] El argunento que se hace M. Aurelio, es incontrastable y á favor de la Providencia divina: y así este rayo de la luz natural podria abrir los ojos á tanto materialista enemigo declarado contra un Dios, espíritu próvido. También es innegable, que debemos tributar homenaje y culto á un Numen supremo, presidente en todos los negocios humanos, haciendo los oficios propios de nue-tra sagrada religión, con los cuales protestamos la suma dependencia que tenemos de Dios por el derecho de creación, conservación y protección.
[2] M. Aurelio apura más la dificultad y nos hace ver que aun en la suposición impía é imposible de que Dios no tuviese providencia, deberian los hombres seguir los dictámenes de la razón, á fin de buscar en la virtud su única bienaventuranza.