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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

Puede uno muy bien no formar juicio cerca de esta ú otra cosa, y no inquietarse en su interior; pues las cosas no tienen por si tanta fuerza, que nos precisen á calificarlas de buenas ó malas.

Acostúmbrate estar con atención á lo que dice el otro, y en cuanto te sea posible intérnate dentro del alma del que hablare contigo.

Lo que no es bueno para el enjambre, tampoco es —conducente para la abeja.

Si los marineros tratasen malamente al piloto, ó los enfermos injuriasen de palabra al médico, gá qué otro podrían apelar? ¿ó cómo sería posible, que los unos ejecutasen lo que conduce á la conservación y seguridad de los navegantes; y los otros, lo que sirve para la sanidad y cura de los enfermos? ¡Cuántos de aquellos con quienes entré en el mundo, ya salieron de él! A los ictiriciados les parece amarga la miel; á los mordidos de un perro rabioso el agua les es una cosa formidable; á los niños la pelota les parece una bella cosa: ¿pues á qué viene el enojarte? acaso te parece á tí que ha de poder menos el engaño de la mente, que un poco de cólera en el enfermo de ictericia y el veneno en uno que padece mal de rabia? Nadie te impedirá el que vivas, según dicta la luz de tu razón, y orden de la naturaleza común.

Clemente Alejandrino, diciendo: que tirado del amor de aquel bien honesto, que solo es digno de ser amado, y llevado de su deber, sigue y obedece á Dios: y esto en tanto grado, que ni aun en la suposición imposible que Dios le diese permiso para hacer lo que de suyo está probibido ó sin el peligro de incurrir en la pena, ó con la promesa de darle en pago una entera felicidad, no dejaría de cumplir con su obligación. Strom. lib. v.