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MORALISTAS GRIEGOS.

Con cualquiera que te encontrares, al instante di para contigo mismo:-Este tal, qué máximas ó qué modo tiene de pensar, por lo que mira al bien y al mal? Pues el que tuviere máximas de esa clase acerca del deleite y dolor y de las causas de donde procede uno y otro, acerca de la gloria é ignominia, de la muerte y la vida, no me parecerá extraordinario ni extraño si hiciese tales acciones; antes bien, me acordaré que el infeliz está necesitado[1] á obrar de ese modo.

Ten presente que al modo que es una extravagancia el admirarse si la higuera produce higos, asimismo lo es el que uno extrañe si el mundo[2] da de sí lo que lleva de suyo, como sin duda sería también indecoroso al médico el maravillarse de que él mismo tuviese calentura, ó al piloto de que le hiciese viento contrario.

Acuérdate que igualmente te es libre el mudar de parecer y el seguir el aviso de quien te corrija[3],[1] No debemos suponer que peque con necesidad absoluta el que vive en algún error, pues éste para que sea causa de pecado es menester que sea voluntario y no invencible : y así la sentencia de M. Aurelio puede entenderse de una necesidad moral ó consiguiente á los dictámenes erróneos que libremente adoptados puedan deponerse con plena libertad.

[2] M. Aurelio alude á la multitud de males que suelen verse en el mundo.

[3] La doctrina de este artículo es de suma importancia, puesto que el mudar de parecer siguiendo el dictamen de quien nos corrija no es mengua de libertad, valiéndonos de ésta para emprender la nueva resolución, ni es contra el honor el habernos engafiado en el modo de pensar, siendo así que el decoro humano no debe pretender la inmunidad de error, privilegio propio de la Divinidad. Contra la pertinacia


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1