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MORALISTAS GRIEGOS.

Sin duda sería cosa de un varón[1] muy perfecto el salirse de entre los hombres, sin haber tenido complacencia en la falacia ni en todo género de ficción, en el lujo ni en la soberbia. Sería, pues, el segundo grado de felicidad el que estando harto de estas cosas quisiese antes morir que elegir el vivir de asiento en el seno de la maldad. Y es posible que ni aun la experiencia te persuada el que huyas de la peste? pues la corrupción del espíritu es peste ciertamente más nociva que la destemplanza é infección del aire á nuestro alrededor esparcido; porque ésta es peste de los vivientes, en cuanto son animales, pero aquélla lo es de los hombres, en cuanto son racionales.

No desprecies la muerte; antes bien, recíbela con gusto, como que ésta es una de aquellas cosas que quería la Naturaleza. Porque es tal y tan natural el separarse el alma del cuerpo, cual es el ser uno joven y el envejecerse, el crecer y estar en la flor de la edad, el salir los dientes, la barba, las canas, el engendrar, el estar en cinta, el parir y otros efectosnaturales que las varias edades de la vida llevan de suyo. Según esto[2], es propio de un hombre dotado- [1] Ya nuestro Emperador, vuelto de su estro estoico, habla como un Santo Padre. No hay duda que la mnayor felicidad de la vida es la perfecta inocencia; pero ésta la concede su divina Majestad á aquellas almas privilegiadas de quienes dice el sabio: Raptus est, ne malitia mutaret intellectum ejus. Sap., cap. xIV, v. 2.

[2] Nuestro Emperador aconseja que se eviten estos tres vicios en el morir: la temeridad en darse la muerte, ó exponerse á peligro de ella sin un motivo justo; la violencia inpetuosa, ó despecho de la vida; el orgullo jactancioso, ó


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