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MORALISTAS GRIEGOS.

acciones que ejecuta, así como su virtud y vicio no está en lo que padece, sino en lo que hace.

A la piedra arrojada[1] á lo alto no la perjudica el caer hacia abajo, ni la embona el subir hacia arriba.

Recorre por adentro las almas de los hombres, y verás qué jueces[2] temes y cuales jueces sean de si mismos.

Todas las cosas están siempre de muda; tú mismo te hallas tanmbién en una continua alteración y corrupción de alguna de tus partes, y todo el mundo pasa por lo mismo.

No conviene propalar el pecado que otro comete.

No es mal alguno la intermisión de una obra, ni la suspensión del deseo ú opinión, aunque sean en cierto modo una muerte. Repasa ahora las edades de tu vida, por ejemplo, la niñez, la puericia, juventud y vejez, porque también la mutación de todas éstas es una especie de muerte. Y en eso qué daño hay? Vuelve al mismo tiempo á dar una vista á la vida que pasaste bajo el poder de tu abuelo, después bajo el de la madre y luego bajo el del padre, y encontrándote con otras muchas diversidades, mutaciones é interrupciones, pregúntate á tí mismo:[1] Con esta misma alusión ya nos habló M. Aurelio en en el lib. VIII, § 20, cuando en vez de tirar la piedra sacaba la pelota. Es decirnos que los sucesos prósperos y adversos á nadie hacen feliz ni desdichado.

[2] La presente reflexión filosófica, que no se debe temer el juício del vulgo, reñido siempre con lo sólido de la virtud, y deslumbrado con no sé qué esplendor fingido de honestidad, no va lejos del aviso que el Salvador dió á los suyos, que serían el odio del mundo por no ser de su partido.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1