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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

sin este recurso la vida se alargaba fácil y felizmente.» Haz, pues, lo mismo que aquél en su enfermedad, caso que enfermares y te vieres en oualquier otro estado de aflicción. Porque el no abandonar las máximas filosóficas en cualquiera suceso posible, ni el hacer argumentos fútiles á un idiota é ignorante de la naturaleza, es dogma común á toda secta, para estar sólo atento á lo que presentemente se hiciere, y valerse del instrumento con que lo ejecutare.

Cuando te vieres ofendido con la insolencia de alguno, pregúntate al instante:-Pues qué, ¿es posible que en el mundo deje de haber desvergonzados? No pueden faltar; según eso, no pretendas imposibles, porque ese tal es uno de aquellos insolentes que forzosamente se encuentran en el mundo; y esta reflexión tenla á la mano, por lo que mira á un tramposo, á un fementido, y á cualquiera hombre perverso y malo. Porque lo mismo será acordarte que no puede faltar en el mundo esta maligna raza de hombres, que empezar á estar de mejor ánimo para con cada uno en particular. También conduce mucho el que al punto pienses con qué género de virtud dotó la Naturaleza al hombre, para evitar el tal desorden, porque dió la mansedumbre como antidoto contra el hombre tonto, y contra otro defecto otra cierta virtud. En suma, tienes en tu mano[1][1] No sólo está en nuestra mano el hacer una obra tan heroica, sino que también la ley natural exige de nosotros semejante oficio con el que va errado, haciéndole ver su precipicio y pidiendo á Dios que le dé luz para seguir el camino verdadero. Y sobre todo debemos hacernos cargo que la voluntad humana, estando fisicamente necesitada á amar y buscar su felicidad y sumo bien, si no lo posee, con todo


  1. 1,0 1,1