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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

toda una eternidad. Tú, pues, ¿cuánto tiempo vivirás? Bien poco. Pero ¿por qué no te contentas con vivir ese poco tiempo con la perfección que corresponde? jOh! jcuán bella y oportuna ocasión te dejas perder! Pues qué otra cosa más son todos estos sucesos humanos que un ejercicio de la razón, que havisto ya con toda exactitud y contemplado sobre la naturaleza de las vicisitudes de la vida? Según eso, persiste en estas reflexiones hasta que te las hagas familiares, como un estómago robusto abraza todo género de comida, ó como un grande fuego reduce á llama y resplandor todo cuanto le arrojares.

Cuida que ninguno pueda decir con verdad de tí que no eres un hombre ingenuo ó que no eres hombre de bondad; antes bien, engáňese[1] ó mienta cualquiera que acerca de tí pensare ó dijere alguna de estas dos cosas. Todo esto pende de tí. Porque quién te impide el ser bueno y sincero? Forma únicamente el juicio de que no te conviene vivir á no ser tal, puesto que la razón no dicta que, siendo otro, debas vivir.

¿Qué es lo que con más acierto se puede hacer ó decir en este negocio particular? Á la verdad, sea eso lo que se fuere, tienes en tu mano el hacerlo ó decirlo; y no pretextes que te lo impiden. Ni dejarás antes de gemir, hasta tanto que puedas verte en tal disposición de ánimo, que en cualquier caso y circunstancia ocurrente te sea igualmente gustoso el cumplimiento de los oficios propios de la condición humana, cual lo es la vida mole á quien se[1] Catón, Orat. de Cos. suo apud charis, lib. I1. Ei rei do operam, ut mihi falso malè dicatur.


  1. 1,0 1,1