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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

me falta de lo que me pertenece. A más de esto, el alma corre y da vuelta á todo el uníverso; contempla el estado vacio ó imaginario que le rodea; ve la figura del mundo; extiende su consideración hasta lo infinito de la eternidad; comprende la generación periódica, ó sea palengenesia de todas las cosas del universo, y la considera; entiende con toda claridad que ni los venideros verán cosa nueva, ni los antepasados vieron más que nosotros ahora, porque en cierto modo el que haya vivido cuarenta años, por poco entendimiento que hubiese tenido y meditado en los sucesos, pudo haber formado concepto de todo lo pasado y lo venidero, según que es la uniformidad de lo uno con lo otro. Finalmente, es propio del alma racional la caridad para con el prójimo, la verdad, la nmodestia, no anteponer nada á sí misma, lo cual también es peculiar de la ley: de ahí se colige que la recta razón[1] del alma en rigor no se diferencia de la razón legítima de la justicia.

Menospreciarás la cantinela más deleitable al oído, el baile, el pancracio[2] ó juego de la palestra,[1] La sentencia de este lugar, al parecer obscura, es un puro estoicismo, á saber: que la razón en el alma y la autoridad en la ley son dos cosas de sumo aprecio, y que por consiguiente, debemos tenerlas en mucha estima. Examinada la cosa á lo estoico, por fin saldrá en limpio que el alma es la razon ; que la razón es la ley ; que la razón y la ley son la naturaleza divina; que la naturaleza divina es la Buma perfección en el ser, en el conocer y en el mandar.

Pero si se mira con las luces de la fe, siendo la ley natural la razón divina en cuanto ordena, será tanto más excelente que el alma criada de la nada, cuanto Dios infinito es mejor que una criatura reputada por poco menos que nada.

[2] El pancracio era uno de los juegos, ó sean ejercicios de la palestra antigua. Toda la fuerza del argumento con


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