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MORALISTAS GRIEGOS.

y al punto manifestarse en los ojos cuál sea tu interior[1], al modo que un amante al momento lo conoce todo en los ojos de la persona amada. En suma, conviene que el hombre sincero y bueno sea tal cual es el que huele mal, para que al mismo tiempo de acercarse á él conozca y eche de ver, quiera ó no quiera, su candor, pues la ingenuidad afectada es de persona doble, y nada hay más abominable que la amistad de lobo. Huye de este viciocon más particularidad que de los demás. Un hombre de veras bueno, sencillo y benévolo manifiestaesto propio en los ojos, sin que pueda ocultarlo.

El alma tiene en su mano el poder vivir una vida felicisima, si mira sin distinción lo que es indiferente; pero se portará con indiferencia si á cada cosa la considerare ya por partes, ya en general, y se acordare que ninguna nos obliga á formar juicio sobre ellas, ni menos nos sale al encuentro, sino que se está muy quieta, siendo en realidad nosotros los que hacenos nuestros juicios acerca de ellas, y como que los esculpimos en nuestra alma, pudiendo no sólo no grabarlos, pero aun borrarlos al punto, si por descuido se nos hubiese impreso alguno. Pero qué dificultad hay en que esto se haga bien, reflexionando que semejante cautela darará por poco[1] La sentencia está bien fundada, y como tal puede corroborarse con lo que habla escrito Cicerón, De orat, perfect : « Ut inago est animi vultus, sic indices oculi. » San Ambr., Hxam., lib. VI, cap. IX: « Imago quædam animi loquitur in vultu, > Lactant., De Opiffic. Dei, cap. VII1: « Mens est quæ per oculos ea, que sunt opposita, transpicit. quasi per fenestras lucente vitro, aut speculari lapide obductas, et idcircò mens et voluntas ex oculis sæpe dignoscitur. »


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