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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

que nos podrían causar aquellas mismas faltas por las cuales nos irritamos y resentimos.

Lo nono, que la muchedumbre, si fuere natural, sin afectación ni fingimiento será invencible. Porque ¿qué te podrá hacer el hombre más insolente si tú perseverares siéndole benévolo y si lo permitieren las circunstancias lo exhortares con mansedumbre, y en aquella misma ocasión en que intentare hacerte mal, lo amonestares con mucha paz[1] dándole el desengaño siguiente?No, hijo mío, no; para otro fin hemos nacido; tú á mí no me acarreas mal alguno; á ti si que te perjudicas, hijo mio!- Haciéndole tambien ver con discreción y en general, que ni las abejas suelen proceder así, ni otra especie de animales, por naturaleza sociables, se porta de esta manera; conviene, pues, hacerlo sin ironía ni improperio, antes bien, con un amor muy sincero y un ánimo nada exasperado[2], ni menos como maestro que reprende en pública escuela[3], ni con el fin de causar admiracíón á quien estuviere — [1] Platón, Polit., lib. xIv, era del mismo dictamen.

[2] Nada es tan necesario como la caridad y buen modo en la corrección; y asi, escribe Séneca, de Clem., lib. 1, capítulo XVII. Agat princeps curam non tantum salutis, sed et honestæ cicatricis. Y San Agustín, Ep. 159: Sic succense iniquitati, ut consulere memineris humanitati.

[3] Kat ui os iv oyoli, puede aludir á la aspereza de un maestro, triv Tappnolav nadayuyıxiv, que en presencia de los estudiantes reprende á un diseipulo; ó si no, se puede aplicar á la costumbre de las declamaciones que se recitaban públicamente en las escuelas, teniendo no pocas veces por asunto una invectiva que se llevase el aplauso de los circunstantes, á lo cual, sin duda, hacen alusión aquellas palabras: unot Yva aos napaoraç Ozuuson.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1