Página:Obras de los moralistas griegos. Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888).pdf/313

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
255
M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

de no poder corresponder al beneficio que hubiere recibido.»

En los escritos de Epicuro se hallaba este aviso: que debe uno de continuo llevar presente en la memoria alguno de aquellos hombres antiguos que se dedicaron con esmero al ejercicio de la virtud.

Los Pitagóricos encargaban que bien de mañana mirásemos al cielo, para que, haciendo memoria de aquellas sustancias que siempre siguen un mismo curso y concluyen de una misma manera su obra, nos acordásemos de su orden, pureza y desnudez; porque los astros no tienen velo alguno con que cubrirse.

Imagínate cuál estaría Sócrates medio envuelto con una piel, cuando su mujer Xantipa[1], tomándole sus vestidos, se salió de casa con ellos; y acuérdate de lo que Sócrates dijo á sus compañeros, corridos y resueltos á retirarse cuando le vieron en semejante traje.

No podrás ser maestro en el arte de leer y escribir sin que primero hayas sido buen discipulo: esto con mucha mayor razón se deberá aplicar al arte de vivir[2].

Tú naciste siervo; no debes hablar[3].

[1] Eliano, Hist. var., lib. VII, cap. Ix, pone en duda el hecho de Xantipa, asegurando que esto se ha verificado varias veces en la mujer de Foción, pero que la mujer de Sócrates no hizo semejante cosa.

[2] Cicerón, de Leg., lib. III: Qui benè imperat, paruerit aliquando necessè est: et qui modeste paret, videtur, qui aliquando imperet, dignus esse.

[3] Este es un senario proverbial que trae Filón in libde Libert. viri boni, y que confirma Gatakero con otros varios ejemplares.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1