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MORALISTAS GRIEGOS.

orden, ó una aplacable providencia, ó una temeraria confusión, sin superior que dirija. Ahora bien, si reina una necesidad insuperable, á qué viene la resistencia? Si gobierna una providencia capaz de dejarse aplacar, procura hacerte digno del socorro divino. Pero si todo está sujeto á una ciega confusión, sin que presida algún numen, conténtate con que tienes en tí mismo la mente para que te sirva de conductor[1] y piloto en medio de tan deshecha tempestad. Y caso que las enfurecidas olas te arrollen, procura que solamente lleven tras sí el cuerpo, el espíritu vital y las otras cosas exteriores; pero guárdate bien de que no arrebaten al mismo tiempo el alma.

¿ Es posible que la luz de un velón no deje de alumbrar ni cese de despedir de sí su resplandor hasta tanto que la apaguen, y con todo, la verdad, la justicia y la prudencia se han de extinguir en tí antes de morir? Para desechar el pensamiento que te representa con vehemencia el que alguno haya pecado, di para cadena. Ni reina la confusión de los átomos, como se hará evidente á todo hombre con sólo el pensar y hacer la reflexión de que ninguno da lo que no tiene, y que el buen orden que se observa en la Naturaleza no puede ser efecto de la temeridad; luego por consecuencia infalible se infiere que reinará una Providencia no inflexible como el orden insuperable del hado, ni temeraria como el torbellino inconstante de los átomos.

[1] Séneca, habiendo hecho un argumento muy semejante al de M. Aurelio, concluye en la ep. 16: á Philosophia nos tueri debet : hæc adhortabitur, ut Deo libenter pareamus, ut fortune contuinaciter resistamus: hæc docebit, ut Deum sequaris, feras casum.


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