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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

contigo:-Qué sé yo si eso ha sido pecado?-y si es que pecó:-¿Cómo me consta si se ha echado á sí mismo la culpa? pues de ese modo se parecería al que se arañase[1] el rostro de puro dolor. Por lo mismo reflexiona que quien pretende que el malo no peque se asemeja al que no quiere que la higuera lleve leche en los higos, que lloren los niños recién nacidos, que relinche el caballo, ni que sucedan otras cosas naturalmente necesarias. Pues qué podría hacer quien se hallase con tan mal hábito? por eso si te tienes por capaz y estás expedito, remedia ese mal y cúrale.

En realidad todo tu deseo debería encaminarse á que no hicieses cosa á no ser que fuese decorosa, ni dijeses palabra á no ser que fuese verdadera.

En todo y por todo conviene siempre considerar qué es lo que excita esa idea en tu imaginación; como que está á tu cuidado poner en claro eso mismo, haciendo la división en forma, materia, fin y tiempo dentro del cual ha de terminar.

Acaba de reconocer alguna vez que en tí mismo[1] El arañarse lns niejillas era una ceremonia lúgubre que se usaba también en señal de gran arrepentimiento, el cual, siendo verdadero, causa mucha pena al paciente, como consta por la experiencia, y lo confirma Séneca, De Ir., lib. 111, cap. xVI: «Maxima est factæ iniuriæ pœna, nec quisquam graviùs afficitur, quảm qui ad supplicium pœnitentiæ traditur. Nulla major pena nequitiæ est, quám quòd sibi displicet. D Aun en el día de hoy esta ceremonia se ve practicada entre las gitanas, que en la muerte de sus parientes y conocidos se arrancan los cabellos y arañan las mejillas. También puede hacer relación al duelo extraordinario de las moras, que en semejantes casos se arañan los rostros, y convidándose las unas á las otras para este ministerio, repiten incesantemente la admiración matrahalifecisse:


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