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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

Siempre que te resintieres de algo, será señal de tener olvidado[1] el que todo sucede conforme con la naturaleza del universo y que la falta cometida por otro no te perjudica. A más de esto, también te has olvidado de que todo lo sucedido siempre aconteció en esa conformidad, y acaecerá en lo porvenir como ahora se hace, ni te acuerdas cuánto sea el parentesco de un hombre con todo el linaje humano, no siendo á la verdad por enlace de carne y sangre, sino por la participación común de una misma mente. Por último, también pusiste en olvido que la mente de cada uno es un dios[2], y que provino de la Divinidad; que nadie tiene cosa alguna propia, antes bien, hijos, cuerpo y aun la misma alma nos vino de Dios; que todo es una mera opinión; que sólo vive cada uno el tiempo presente, y que eso mismo pierde solamente al morir.

Conviene hacer de continuo un recuerdo de aquellos hombres que se indignaron excesivamente con algún motivo, de los que vivieron con grandes honores ó sumas calamidades, de los que han tenido ruidosas enemistades ó han florecido en cualquiera género de fortuna; después deberás preguntar: -¿ Adónde están ahora todos aquellos?-Se convirtieron en humo y ceniza, y pasan por fábula, ó ni menos se tienen por fábula. Por fin conduce tam- [1] Será bueno añadir al argumento que nos hace M. Aurelio lo que escribe San Bernardo, de Consider., lib. 11: Sic se habent corda mortalium; quod scimus cum necesse non est, in necessitate nescimus.

[2] Euripides usa de la misma exprexión con que se explica M. Aurelio, para decirnos que la mente de cada hombre es un dios.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1