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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

¿Cuál es tú anhelo? acaso tu propia conservación? ¿por ventura el sentir? gel moverte? ¿el crecer? el cesar después de crecer? el hablar? ¿el pensar? ¿Cuál de estas cosas te parece acreedora á tu deseo? Pero si cada una en particular la tienes por vil y despreciable, inclínate á este último partido, que es el de seguir la razón y obedecer á Dios, aunque se opone á esta resolución el llevar á mal que por la muerte nos hayamos de privar de al- · guna de aquellas cosas.

|Cuản pequeña es la parte de tiempo infinito é inmenso que se ha distribuido y señalado á cada uno! porque realmente desaparece muy pronto en el abismo de la eternidad. Cuán pequeña porción tiene uno de la materia universal! cuán pequeña igualmente te cupo del alma[1] universal! en cuản pequeña gleba de toda la tierra andas arrastrando! Habiendo considerado todo esto, nada te imagines por cosa grande, sino el hacerlo todo como tu propia naturaleza te dirige, y recibirlo como lo envía la naturaleza común.

El espíritu en cierto modo, hace uso de si mismo, y á la verdad, en esto estriba todo, pues lo demás, ó bien sea voluntario ó indeliberado, es cosa caduca y se reputa por humo.

· El mayor desengaño para el desprecio de la muerte, es la consideración de que aun la menos- [1] Bien puede ser que por alma no entienda M. Aurelio sino el aire vital unido á la partícula divina, de las cuales dos partes componía el Pórtico nuestra alma. También puede hablar de la divinidad ó fuego etéreo, de donde no participaba cada Estoico más que una particulita pequeñisima.


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