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MORALISTAS GRIEGOS.

XVIII.

DE LA DESCONFIANZA, Es, en efecto, la desconfianza, sospecha de la injusticia de todos los demás. El desconfiado es tal: enviando su criado á comprar el mantenimiento ó despensa, destina otro á averiguar en cuánto la ha comprado.

Cuando lleva consigo algún dinero, cuenta á cada oien pasos cuánto es, ó si está cabal. Estando ya acostado, pregunta á su mujer si cerró bien la despensa; si echó bien la llave al arca, ó si el pestillo está bien pasado en la puerta de la sala. Y aunque la mujer le responda que sí, nada menos dejará de levantarse de la cama, desnudo y descalzo, y encendiendo un candil, lo recorre y registra todo, y con todo esto apenas puede coger el sueño. Va con testigos á pedir los réditos á los que le deben, para que no se los puedan negar. Si da á lavar su ropa, no será al que la lave más bien, sino al lavandero que tenga fiador nás abonado. Si alguno llega á pedirle vasos prestados, es su mayor empeño no prestarlos.

Manda al criado que le va siguiendo que no vaya detrás, sino delante, para precaver que no se le escape en el camino. Si los que toman ó compran alguna cosa de él le dicen: Asienta en cuánto. Paga ahora, responde, pues no tengo lugar de enviar por ello.