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XXXIX
M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

"creer á Luciano[1], murieron veinte mil Romanos, y el vencedor siguió el alcance de modo que puso en consternación á toda la Italia, avanzándose hasta Aquileya, que por poco no tomó.

Acaso las prevenciones extraordinarias de que ha blamos arriba se han de referir á este apuro: que á todo da lugar la obscuridad y falta de orden en la historia. Lo cierto es que M. Aurelio, dueño ya de su persona y movimientos, partió con diligencia para la Pannonia el año de Cristo 170, donde se mantuvo cinco años consecutivos, tolerando extraordinarias fatigas con un ánimo muy superior á su interca dente salud, y obligando á los otros con su ejemplo á un tal rigor de vida, que muchas veces levantaban el grito contra la austeridad y máximas de la Filosofía.

Daba también ejemplos de valor militar : separaba un río á los enemigos del ejército romano; Marco, con poca escolta, se avanza á reconocer el paraje donde sus soldados pudiesen vadearle, y fué tal la lluvia de piedras que descargaron sobre él las[1] In Pseudomante, donde con su acostumbrada sal refiere los embustes del famoso impostor Alejandro. Este prometió la victoria, con tal que fuesen echados al Danubio dos leones vivos con muchos aromas, y algunas ceremonias, Reconvenido después del mal suceso, se zafó diciendo que él no había especificado si la victoria sería en favor de los Roinanos ó de sus enemigos. La narración de Luciano indica que Alejandro propuso su receta en presencia del Emperador, ó en campaña (lo que se combina mal con la historia) ó en Roma, de donde se enviase orden al ejército de practicarla, y en ambos casos, es preciso decir que los Estoicos creían que los oráculos pueden descubrir, ya que no mudar, la serie de los hados.


  1. 1,0 1,1