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MORALISTAS GRIEGOS.

hondas del enemigo, que bajo de ellas hubiera quedado enterrado si los pocos que le acompañaban no le hubieran cubierto con sus broqueles. Espárcese el peligro en que estuvo el Emperador por el ejército, enfurécense los soldados, atraviesan el rio y derrotan completamente á los bárbaros. Marco, antes de pasar adelante, reconoce por sí mismo el campo de batalla, no para hacer jactancia de la victoria y sí para compadecer á los muertos, curar á los heridos y ofrecer sacrificios. Este y otros sucesos favorables, contrapesados con pérdidas muy inferiores, empeñaron á M. Aurelio en la continuación de la guerra, que pensaba terminar con la entera sumisión de los Germanos. Mientras él se afanaba de este modo, en Roma celebraban sus vasallos los Docennales, esto es, el año décimo de su coronación, que concurrió con el de Cristo 171. Entre los hechos de armas más famosos de esta época, fué un sangriento combate sobre el Danubio helado; en él, la destreza y disciplina romana triunfó del valor y fuerza de los Jacyges. Otro fué aún más reñido con los Cuados. Estos, vencidos de los Romanos, dejaron en su retaguardia algunas compañías de tropa ligera, que, en aire de disputar todavía la victoria, empeñasen á los vencedores en unas gargantas y angosturas muy escabrosas y absolutamente faltas de agua. Los Romanos cayeron en el lazo y penetraron ciegamente hasta donde el enemigo los esperaba, y los rodeó por todas partes. Creían los Romanos que se trataba de un segundo combate, y para él se prepararon, haciendo con los escudos la que llaman tortuga.

El enemigo, dueño de las alturas y los pasos, y seguro de la presa, se estaba muy tranquilo en sus