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MORALISTAS GRIEGOS.

entristezcan cuando se los quite, y que ni la vituperen ni la alaben. Porque ninguna cosa hace por discurso de razón, sino todo temerariamente y como cayere, como ya atrás os lo dije. Por esto, pues, les manda el Genio que no se maravillen de cuanto ella hiciere, ni sean semejantes á los malos depositarios. Porque éstos, cuando reciben el dinero de mano de los hombres, alégranse y paréceles que es suyo; pero cuando se lo piden; enójanse y paréceles que se les hace sinrazón; y no se acuerdan que con aquella condición recibieron los depósitos, que estuviese en mano del que lo daba tornarlo á sacar. De la misma manera les manda el Genio que se hayan con los dones de la Fortuna, y que se acuerden que aquella es la naturaleza de la Fortuna, que lo que ha dado lo puede quitar, y en breve tornar á dar mucho más; y otras veces quitar solamente lo que dió, y otras, no solamente aquello, sino aun lo que antes se tenía. Mándales, pues, que tomen de mano de la Fortuna lo que les diere, y que en tenerlo huyan luego de allí al don firme y seguro.

—Y cuál es ése? dije yo.

—El que les dará la Doctrina, si en ella se conservaren.

—¿Cuál, pues, es?

— La verdadera Ciencia de las cosas útiles, y el don firme y seguro, y que no puede mudarse. Mándales, pues, que se acojan á ella de presto, y que cuando lleguen á aquellas mujeres que ya dije atrás, que se llaman la Disolución y la Vida placentera, huyan luego de ellas, y no crean nada de lo que ellas les dijeren, hasta tanto que lleguen do está la falsa Doctrina. Mándales, pues, que se detengan con