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MORALISTAS GRIEGOS.

ni de orador, ni de poeta, ni de astrólogo; no usando en casa vestido grave y de ceremonia, ni dando otras iguales pruebas de aparente severidad. El mismo Rhustico me persuadió que aun en las cartas siguiese un estilo natural y sencillo, semejante al que se deja ver en aquélla que él mismo, desde Sinuesa, escribió á mi madre; que de tal manera dispusiese mi ánimo para con aquéllos que, faltando á su deber, me diesen algo que sentir, que al punto que quisiesen volver á mi amistad, yo, con toda facilidad y buena gracia, me reconciliase con ellos. Del mismo aprendi á leer con mucha reflexión, no contentándome con una noticia superficial y pasajera de los escritos, á no dar fácil asenso á aquéllos que, sobre todo, hablan de ligero; débole también el favor de haber leido los escritos de Epicteto, habiéndome enviado el ejemplar que en su casa tenía.

Debo á Apollonio[1] el saber obrar con libertad de espíritu, desembarazado de vanos respetos, el fijarme en mis resoluciones sin perplejidad, el no gobernarme por otros principios que por los de una buena razón, aun en las cosas minimas; el ser siempre el mismo en los dolores agudos, en la pérdida de los hijos, en las largas enfermedades; y en el mismo, como en vivo ejemplar, ví claramente que cabe muy bien el que uno propio, según la cosa lo llevare, sca, ya muy eficaz, ya remiso; ví que no debe un Inaestro, en sus lecciones, mostrarse desabrido é im-


  1. Apollonio el de Chalcide, filósofo estoico, al cual Damonacte el Cinico, viendo que partia con su comitiva, llemado del emperador Antonino Pio, notó de avaro con decir: lé uqui Apullonio con sus argonautas; como que el vellocino de oro le tiraba á Palacio.