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MORALISTAS GRIEGOS.

su merecido; hábil en sostener sus resoluciones y en desistir de ellas cuando convenia; ajeno de familiaridad con los mancebos; con todos jovial y humano; dejando en plena libertad á sus amigos para que no asistiesen á sus convites, ni obligándoles á que le acompañasen en sus largos viajes; sin que por esto, los que por alguna precisión se hubiesen quedado, dejasen de hallarle siempre el mismo.

Me acuerdo de su aplicación exacta y constante en sus consejos y deliberaciones, no alzando mano de ellas sin una cabal averiguación, ni dándose por satisfecho con una información pronta y superficial; de su cuidado en conservar la correspondencia con sus amigos, no fastidiándose de unos ni apasionándose de otros con exceso; de su fácil resignación en todo acontecimiento, y estar siempre risueño; de lo próvido que solía ser, previniendo sin ruido ni alboroto, y muy de antemano, aun las cosas de menor consideración; de cuán amigo era de reprimir el aplauso y todo género de lisonja hacia su persona; cómo con suma atención miraba por las necesidades del imperio, dispensando con cuenta y razón los tesoros públicos del erario, y despreciando las murmuraciones de cuantos en este particular le tachasen de poco espléndido y liberal; cómo también procuraba no ser supersticioso en el culto de los dioses, ni menos intentaba granjearse el aplauso popular por medio de agasajos ó lisonjas; antes bien, era en todo muy moderado y constante, sin que jamás faltase á su decoro ni fuese amigo de novedades.

Por lo que mira á los bienes que sirven de regalo á la vida, de los cuales la fortuna es la que da la abundancia, me gobierno por el régimen que tenía mi