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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

padre, aprovechándose de ellos, aunque sin fausto, con plena libertad; de suerte que cuando los tenía, sin rebozo los gozaba, y cuando carecía de ellos, ni aun daba señales de echarlos menos: en cuanto á su manera de discurrir, jamás ninguno dijo que fuese sofista[1], ni un bufón criado en palacio, ni un bachiller ó escolástico sombrio; antes bien, era de todos tenido por un hombre maduro, de un saber consumado, enemigo de ser lisonjeado, capaz de gobernar no sólo sus propios negocios, sino también los ajenos. Siendo inclinado á honrar á aquellos que de veras se daban á la virtud y ejercicio de la Filosofía, no por eso solía dar en cara á aquellos otros que se vendían por filósofos sin serlo; en la conversación y trato fam moderadamente gracioso y sin fastidio ni ofensa de nadie; yo le veta diligente en el cuidado y compostura de su propio cuerpo, pero con tal moderación, que no pareciese un hombre demasiado amante de la vida, ni dado á un adorno afectado, ni, por el contrario, enemigo de todo aseo, sino de modo que procuraba con diligencia mantenerse en un estado en que no necesitase de remedios interiores ni exteriores de la medicina. Y lo que más es, yo le veia iar era afable y un chiste[1] M. A. apunta algunas especies de hombres reprensibles, entre lo8 cuales pone á los sofistas. También nota á los vernáculos, ó decidores de chistes importunos. Véase á Marcial, lib. 1, ep. 42, y lib. x, ep. 3, ibi : Vernaculorum dicta, 8ordidum dentem, Et fæda linguæ probra circulatricis.

De los escolásticos, Tácito, An. Fab. de causs. corrupteloquent., dijo bastante en estas dos palabras, tomadas de Cicerón, lamando la facultad escolástica ludum impudentie.


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