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MORALISTAS GRIEGOS.

la condición de todos los objetos sensibles, y, con particularidad, de aquéllos que blandaraente nos halagan, vanisimo aparato nos encantan; sacar por consecuencia cuán viles son estas cosas, cuán dignas de desprecio, cuán sórdidas, cuán caducas y perecederas.

Ni conviene meditar menos quiénes son aquéllos de cuyo modo de pensar y hablar depende la gloria y la fama. Pero, sobre todo, es necesario tener. bien entendido qué cosa sea morir; porque, si uno lo considera, como ello es en sí, procurando con una precisión[1] exacta en sus ideas separar de la muerte los horrores y espantos que abulta la imaginación, verá claramente que el morir no viene á ser otra cosa queun efecto propio de la națuraleza[2], y claro está que es cosa pueril, si alguno teme los efectos de la naturaleza. Lo más es que, no sólo el morir es efecto de la naturaleza, pero aun conveniencia de la misma. Por fin, debe un sabio meditar de qué manera se ane un hombre con Dios y por medio de cuál parte, y cómo se hallará esta misma partecita cuando hubiere llegado á esta unión[3].

No puede darse cosa más infeliz que un hombre ó con molestia nos apartan de sí, ó con su[1] tá iuozvtdÇousva equivale á una cierta ostentación pomposa, pero vana, de los horrores y espantos que la imaginación abulta, y es lo que traducimos para expresar su significado.

[2] La filosofia estoica no l1legó á saber que la muerte se nos habia entrado en casa per peccatum, et per unum hominem. La luz de la razón descubría solamente que de su cosecha es mortal la naturaleza humana, y que con la muerte volvia á renacer. Mortibus vivimus, dijo Séneca, Prafcont., lib. v.

[3] Quiere Marco Aurelio que un sabio esté bien ejerci-


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1