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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

LIBRO TERCERO.

No se debe contentar[1] uno con hacerse sólo la cuenta que, acortándosele de día en día el tiempo de la vida, la parte que le queda, por instantes se le va haciendo menor, sino que mucho más debe reflexionar, que si más tiempo viviere, estará siempre incierto si una igual disposición de mente en que se halla le acompañará en adelante pronta para la inteligencia de las cosas ocurrentes y para aquella meditación que de suyo conduce al verdadero conocimiento de las cosas divinas y humanas. Porque si una vez la razón empezare á flaquear, por más que no le falte á uno, ni la transpiración, ni la nutrición, ni la fuerza de imaginar y de apetecer, ni de otras facultades semejantes, con todo, se le apagará el vigor para poder usar de sí mism.o, para cumplir á la[1] Este excede todo el arte de recopilar en que tanto se ejercitaba antes la filologiaun lu en que la materia es tan copiosa, que


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