entre tantos ojos, solamente los de Shakespeare teniían penetración bastante para percibir la arquiteclura invisible de los misterios del sér bumano. Sin duda los bosques so litarios á orillas del Avon, y los regocijos reales y las mo-, jigangas y tramoyas del castillo de lord Leicester impreeioaarfan la infantil imaginación del que muy en breve habia de fundar sobre auevas bases el leatro de Inglaterra; pero pretender que la contemplación de ruinas monásticas ó el abigarrado espectáculo de mercados y de ferias pueden ser faclor imporlante en el dasarrollo de un genio inmortal, viene á ser desatino semejante
Al de pensar en ser Newton
Mirando căer manzanas.
El genio nace en una exaltación misteriosa y excepcional de las potencias psiquicas; y sólo ejercitando sus prupias fuerzas se vigoriza y desarrola, y sólo remodelando Bin tregua sus trabajos incomparables se mejora y perfecciona.
XIII.
Ana Hathaway[1], mujer de Shakespeare.
Antes de finalizar el año de 1582-por consiguiente de edad de diez y ocho años y medio[2]-GUILLERMO SHAKE- Shakespeare 8A casó con Ana Hathaway, de la aldea de Shottery, 4 una milla de Stratford. La lápida del enterramiento de