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Cuentos y narraciones

de su diablura. De tal modo la asustó este pensamiento que acto seguido resolvió presentarse en el bosquecillo apenas rayase el alba.

Alejo por su parte estaba encantado y pasó el resto del día pensando en su nueva y encantadora amiga cuya imágen le persiguió en sueños. Apenas apuntó el alba se vistió y sin detenerse á cargar la escopeta se echó al campo seguido de su perro y pronto llegó al lugar de la cita. Cosa de media hora pasó en angustiosa espera; por fin columbró á través de los arbustos un corpiño azul y se lanzó á su encuentro. La joven se sonrió al observar su apasionado agradecimiento, pero en su rostro había muestras inequívocas de inquietud y de tristeza que no pasaron inadvertidas para el joven, que se apresuró á averiguar él por qué. Lisa le manifestó que consideraba una ligereza el paso que había dado acudiendo á la cita, que estaba arrepentida de él, que por aquella vez no había querido faltar á su palabra pero que aquella sería la última que se verían á solas y que le rogaba no pretendiese llevar adelante una amistad que á nada bueno podía conducirles. Todo esto lo dijo, como es natural; en dialecto del campo, pero Alejo no pudo menos que sorprenderse ante aquellas ideas y aquellos sentimientos, tan raros en una moza ordinaria é ignorante, y echando mano de su elocuencía se propuso hacer que la muchacha renunciase á su designio, persuadiéndola de cuán inocentes eran sus aspiraciones, prometiéndole no dar lugar jamás á quejas ni á arrepentimientos y atemperarse en un todo á lo que ella quisiera y rogándole por último que no le privase de su único consuelo, que no era otro que el verla á solas, aunque no fuese más que un día sí y otro no, ó por lo menos, dos veces á la semana. En una palabra, se expresó en el lenguaje que la pasión suele emplear, pudiendo asegurarse que en aquel instante