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Cuentos y narraciones

que Alejo estuvicse perdidamente enamorado de Lisa y sin que Lisa le correspondiese con cierta frialdad, que procedía de su carácter y no de su corazón. Ambos eran felices y no pensaban ni poco ni mucho en lo porvenir. La idea de unirse en indisolubles lazos les pasó más de una vez por la imaginación, pero jamás hablaron de semejante cosa, por razones tan claras como evidentes. Alejo por muy enamorado que estuviese de la encantadora Aculina no dejaba de comprender la distancia que le separaba de una pobre labriega y Lisa que sabía la enemiga existente entre sus padres respectivos no se atrevía à esperar una re conciliación entre ambos. Además de esto, la romántica esperanza de ver al propietario de Tugiloff á los pies de la hija de un labriego de Prilutchinsk acariciaba secretamente el amor propio de Lisa.

De la noche á la mañana un suceso de la mayor importancia estuvo á punto de perturbar las relaciones de nuestros enamorados.

En una de esas mañanas claras, pero frias, que tan frecuentes son en el otoño ruso, Ivan Petrovicth Berestow salió á pasearse á caballo llevando consigo por lo que pudiera suceder, tres pares de lebreles, un palafrenero y unos cuantos chiquillos con carracas. A la misma hora, Gregorio Ivanovitch Muronsky, seducido por la hermosura del lía mandó que le ensillasen la yegua y caballero en ella púsose á recorrer sus britanizadas posesiones.

Llegado que hubo al bosque que les servía de límite divisó á su vecino, el cual, montado majestuosamente en su potro, con un abrigo de piel de zorro, apuntaba á un conejo que salía presuroso de entre las matas, asustado por los gritos de los chiquillos y el son de las carracas.

Si Gregorio Ivanovitch hubiera podido prever