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Cuentos y narraciones

volver á su casa á caballo y su huésped le acompañó hasta la puerta de su finca, no sin haberle prometido ir comer un día á Prilutchin en compañía de su hijo. De esta suerte la antigua enemistad que entre ambos existía estuvo á punto de acabar, gracias al susto de la yegua.

Lisa corrió al encuentro de su padre.

—¿Qué quiere decir esto? exclamó poseída de asombro. ¿Por qué cojea V.? ¿Dónde está su caballo? ¿De quién es este coche?

—De seguro que no lo adivinas, my dear, le respondió Gregorio Ivanovitch. Y al punto le contó lo sucedido. Lisa no daba crédito á sus oidos y su padre, sin darle tiempo á reponerse de su asombro, le participó que al día siguiente vendrían á comer los dos Berestow.

—¿Qué dice V? exclamó Lisa palideciendo. ¿Los Berestow, padre é hijo? ¿Vendrán á comer con nosotros? No, papá, haga usted lo que quiera, pero eso no lo admito.

—¿Te has vuelto loca ó qué? le replicó el padre. ¿Es que de la noche á la mañana te has vuelto tímida? ¿O es que, siguiendo el ejemplo de las heroinas de novela, sientes por el joven Berestow un odio heredado de tu padre? Basta de sandeces...

—¡Lo que es yo, por nada de este mundo me presento ante ellos!

Gregorio Ivanovith se encogió de hombros y no quiso discutir más, sabiendo que con ello no lograría absolutamente nada y se retiró á descansar de su memorable paseo.

Lisa Grigoriewna se encerró en su cuarto después de haber llamado á Naslia, y ambas discutieron largo rato las consecuencias de la proyectada visita. ¿Qué pensará Alejo, se decía Lisa, si ve que su Aculina y la señorita de la casa son una misma persona? ¿Qué concepto formará de mi conducta, de mi educación y de mi juicio? Por otra parte no